Visualicemos la escena:
Condado de Sommerset, en las cercanías del pináculo-castillo de Cadbury. Aproximádamente las 19:00 de la tarde, basándonos en la indumentaria poco otoñal de los contendientes y el lamento cobrizo del cielo al esconderse el sol, porque recordemos, estamos en hora 0.0 respecto a Greenwich. Si, he dicho contendientes, por lo que debéis suponer que estoy describiendo una batalla épica con una trascendencia más allá de la contienda de Hastings, venidera años después. Los bravos guerreros se agolpan a ambos lados del valle, sabedores de la muerte cierta que les aguarda, y al frente de todos ellos, Arturo Pendragón, su caudillo, su capitán, su Rey, dispuesto a liderar a sus huestes hasta la muerte con el propósito de perpetuer su legado de paz y libertad en las islas.
El fuego comienza, los ejércitos lanzan su carne contra el acero buscando un encuentro carmesí solo equiparable al fulgor de sus ojos henchidos en sangre. Chocan los filos, se rasgan las ropas y se sesgan las vidas. Pero hay mucho en juego, y por encima de todo la esperanza y la libertad. Arturo, como el gran guerrero que es, piensa en las vidas de sus valientes, al igual que en lo necesario de su sacrificio. El miedo y la ira se podrían cortar con el filo de una daga y...
El momento del climax...
Agarran y salen media docena chunga de furgonas de los maderos, empiezan a tirar de porra y de bocata de puño y ala, todos pa´ dentro a tomar por culo pa´ comisaría, que batallita ni que batallito, mecagon la puta, todos pa´l calabozo. Joder.
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Esto que acabo de describir es la escena final de esa obra maestra de los Monty Python llamada "Los caballeros de la mesa cuadrada", que aunque eclipsada por esa otra genialidad que es "La vida de Brian" no debería caer en el ostracismo. Gran película con un final para el recuerdo, que acabo de ilustrar.
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Pues ayer fui a ver a Motorhead y viví algo parecido, que me hace volver a utilizar la proverbial frase "EL ROCK HA MUERTO", al menos por estos lares, solo que en esta ocasión lo digo con absoluto convencimiento y con conocimiento de causa.
Todo comenzó como hace dos o tres meses. El cartel era el siguiente: Zumo Negro de teloneros y Shisha Pangma de cabeza de cartel. La plaza, el pub Dink de Portugalete. Como atenuante diré que a mí, en lo personal y con mi banda, me han dado siempre un trato más que correcto en esa sala, pero lo presenciado el día de autos que nos ocupa supuso un impacto directo en la linea de flotación de la nave de mi fe en el Rock.
Aligero, que hay prisa. A Zumo Negro les cortaron el show a dos tercios y a Shisha Pangma por la mitad por razones de horario. Y no olvidemos que se trata de un local perfectamente insonorizado que no ocasiona ninguna molestia acústica al vecindario, hecho refrendado por la ausencia total de denuncias por parte de la comunidad relacionadas con ese tipo de incidencias. Simplemente les dieron la patada porque el Rock ha pasado de ser un concepto inviable como un reloj de cuerda o una bicicleta con cestita, a convertirse en un verdadero estorbo, como ese abuelo al que indefectiblemente hay que visitar, lo cual dentro de la metáfora vendría a ser la organización social y "políticamente" correcta de shows rockeros esporádicos, pero que a final de cuentas resulta un engorro y da por saco, sin más.
En definitiva, que dos bandas pequeñas, a pesar de ser maravillosas, fueros sacadas con jaboncito y agua caliente de un Pub de barrio, por muy insonorizado que esté.
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Esto que acabo de exponer puede considerarse hasta normal dentro de los parámetros de aceptación social en los que actualmente se mueve la música en directo, pero lo de ayer se puede considerar un paso más ayá en la tumba de Rock & Roll.
Tocaban Motorhead en la sala RockStar de Barakaldo, que vaya nombrecito para una discoteca de farloperos, hace que se me suba la bilirrubina de la mala ostia, pero bueno, ese es otro tema del que hablaremos otro día. Lo dicho, tocaban Motorhead, después de ser excelentemente teloneados por mis compadres de Positiva. El show comenzó de manera más o menos puntual (Quíteme alla eso 10 minuticos, señora...), y lo hizo de forma potente, con temas de los últimos albumes que rondaban los 95-105 bpm´s., es decir cañeros para que el respetable digiriera major el material nuevo con una tacita de testosterona. Bien hecho. Luego se dieron a los clásicos entre los que incluyeron temas poco habituales como el "just ´cos you´ve got the power" para concluir con el incunable "killed by death". Pausa corta para reajustar el stage al tema acústico, y tras el, los dos primeros bises, "Ace of spades" y "Overkill". Y entonces...
Entonces nada de nada, eso don primeros temas del bis fueron también los últimos, porque se dieron órdenes desde la organización de la sala de finalizar el concierto. ¿La razón? Hay mucha gente de bien, como camorristas, farloperos, camellos o violadores cuya principar consumición en el establecimiento va a ser el agua del grifo, esperando para entrar en la sala, y no se puede permitir que una manada de ordenados y civilizados melenudos consumidores compulsivos de cerveza nos hundan el negocio.
Por logica, este tipo de lógicas enervan a cualquiera. Pero más allá de, al igual que en el caso Dink de Portugalete, los bakalas y las camareras vestidas de "dependientas" de la gasolinera de Usansolo, está la tristeza de ver el ocaso de un grande. Yo puedo aceptar ver a mis amigos suprimidos de un bar por imbecilidades sin sentido, nos reimos del tema, nos tomamos unas cañas y santas pascuas. Pero el hecho de ver esto en la figura de Lemmy Killmister fue devastador. Ver a este señor pedir que les dejen tocar otro temilla dejó mi fé en el rock totalmente deshecha. Recordemos que en los tiempos en que empezó el señor Killmister, el Rock era cosa de macarras, y de todos ellos, este buen hombre ha sido el peor. Y aún así en este puto país de pandereta tenemos los santos cojones de echar a una leyenda de la musica popular del siglo XX como él a la puta calle porque va a abrir la discoteca.
Para concluir, los pequeños detalles cotidianos son los que realmente definen el estado de una sociedad, y el "Lemmy, la hora!" de ayer deja de manifiesto cómo de acabado está el Rock por esta parte del planeta. Sin más.
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