No está mal de frikismo la cabecera, no...

viernes, 29 de febrero de 2008

Sociopsicología del instrumento

Antes que nada, un aviso:

ESTE POST VA A SER UNA BRASA DE LAS IMPORTANTES, pensad en una etapa Toledo - Valladolid de la Vuelta Ciclista a España o en un documental sobre guepardos cazando gacelas de Thompson. Pues eso, el que avisa...

Hay algo que he dejado claro en numerosas ocasiones y, aunque parezca una perogrullada, es necesario recordarlo de vez en cuando: El Rock & Roll, pese a lo que mucha gente pretenda hacernos creer, es Música. Una vez dicho esto, y obviando el hecho que la música es ejecutada por músicos utilizando para ello instrumentos musicales, he de recordar que como género musical en si, el Rock & Roll goza de una serie de peculiaridades que lo convierten, como acabo de decir, en un género particular y diferenciable del resto. Sin duda, la más reseñable de esas particularidades es la estridencia y el volumen de la música, ya que por todos es sabido que el Rock & Roll es el estilo agresivo y ruidoso por excelencia dentro del subconsciente popular. Y para conseguir ese "ruido" o agresividad, es necesaria la utilización de unos instrumentos específicos. Desde un principio, durante la década de los 50, se ha establecido la base de estos instrumentos de la siguiente manera: Guitarra eléctrica, bajo eléctrico (Substituto del contrabajo por las necesidades de volumen requeridas) y batería, introduciendo esporádica y paulatinamente otro tipo de instrumentos como las primeras generaciones de teclados o sintetizadores (Organo Hammond, Mellotron...) así como, muy de vez en cuando, sección de vientos. Y, por supuesto, dando por sentada la necesidad absoluta de hacer pasar la voz por un proceso de amplificación.

Hasta aquí todo claro. Han pasado muchos años desde la década de los 50, el Rock & Roll ya no es patrimonio de un puñado de músicos visionarios estadounidenses creadores de una nueva forma de entender el ritmo y la melodía y los niñatos que jugaban a ser malos al son de sus canciones, y hoy encontramos una cantidad de subgéneros inimaginable en aquellos comienzos ya lejanos, esparcidos a lo largo y ancho del planeta, desde Singapur hasta Finlandia, desde Méjico hasta Grecia. Y del mismo modo que en un comienzo surgió la particularidad en los instrumentos destinados a la ejecución de la música, hoy en día cada género precisa de unos utensilios idénticos a los de antaño en concepto, pero específicos en lo referente a prestaciones, debido esto a la suma de las sutilezas (O falta de...) de cada subgénero y el avance de la tecnología aplicada a la construcción de dichos instrumentos.

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... se supone.

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Digo que se supone, porque hoy en día existe una, digamos, delimitación absolutamente cuadriculada acerca del equipo que un instrumentista debe utilizar para hacer SU música, y es evidente que esta delimitación viene dada por las modas, así de claro, no sabría explicar si las campañas de marketing correspondientes proceden de los propios fabricantes, cosa que dudo, de los medios de comunicación (podéis llamarme paranóico) o, simplemente, de las tendencias "culturales" hacia las que se orienta la sociedad en un determinado momento y que se aplican a los subgéneros musicales que puedan aparecer en ese concreto lapso de tiempo. El poblema viene cuando nos damos cuenta de una cosita que parece muy evidente, pero de la que en ocasiones nos olvidamos; cada instrumentista reproduce su música a su modo, totalmente personal, ya que el objetivo último de la música como modo de expresión es transmitir una serie de sentimientos a una audiencia, y como todos sabemos, los sentimientos, al igual que su forma de expresarlos e interpretarlos, son subjetivos.

Muy bien, ya conocemos la teoría de la situación, comencemos con los ejemplos prácticos de muchos sinsentidos que se producen en un elevadísimo porcentaje de los ejecutantes, tomando como referente principalmente, y como es costumbre y además debido al mayor conocimiento del aparatito en cuestión, la batería:

Durante años se utilizó en la construcción de cascos para batería la madera del Arce. La principal razón para ello es que, de las maderas nobles disponibles en Norteamérica, cuna del instrumento, era la que ofrecía un mejor sonido, ideal para los géneros musicales practicados en la época, a saber, Swing, BeBop, Jazz primigenio... la situación siguió estacionaria a este respecto pese a la investigación realizada por las compañías fabricantes en distintos tipos de madera, como el Abedul o la Caoba. Pero tuvo que llegar un iluminado, a la vez que inigualable músico y baterista, Steve Gadd (En aquella época, los 70, militaba en la banda de Chick Corea) para alterar la tendencia. El señor Gadd, en vista que la situación, los gustos de los oyentes y las características de los espacios donde se realizaba la interpretación habían cambiado, decidió que el instrumento también debía cambiar. Comenzó a utilizar baterías de abedul y parches de doble capa, definiendo, desconozco si voluntariamente, el sonido de batería que hasta nuestros días todo el mundo considera más cercano a la perfección. Evidentemente, en esa época, la tecnología de construcción de cascos no era tan avanzada como la actual, y para sonidos más potentes era necesaria la utilización de tambores más grandes, si bien el abedul se presentaba como opción perfecta en lo correspondiente a elección de la madera. Esta tendencia continuó hasta la década de los 90, cuando la sociedad sufrió una fiebre "revival" de la que la música y el Rock no iban a escapar, y retornaron los Kits minimalistas en madera de arce con tambores descomunales, tendencia que se mantiene hasta nuestros días, a pesar de que la caoba o la bubinga (Y por supuesto el abedul) son maderas mucho más adecuadar para estilos "cañeros" y que la tecnología actual hace que los toms o bombos de medidas gigantescas hayan quedado totalmente obsoletos. Pero es la moda...

Digo que es la moda, y la moda, al igual que los instrumentos, adopta sus correspondientes particularidades dependiendo del subgenero Rockero del que se esté hablando, aplicandose a los propios instrumentos. Es por ello que un guitarrista de Speed Metal se ve inconscientemente obligado a utilizar en algún momento una guitarra con algún tipo de pico, ángulo o pincho cuando un mazacote de caoba como una Gibson Les Paul o una Dean Cadillac se ajustarían mucho mejor a su estilo, para poder equalizar un sonido con preponderancia de frecuencias medias que empaste bien con el bajo sin perder el peso y el cuerpo en su sonido debido al pitch inherentemente grave del cuerpo de la guitarra. O un baterista de Stoner Rock debe, por imperativo divino, aspirar a tener un kit vintage de arce de los ´60 con las medidas de Bonham, cuando una batería moderna como una Pearl Masters Mahogany (Caoba) o una Sonor Designer Bubinga le iban a dar ese sonido grave que necesita y utilizando unas medidas más reducidas, y por lo tanto mucho más funcionales. O un bajista de Nu Metal, que buscando un sonido más Funky se hará indefectiblemente con un Warwick cuando un Jazz Bass o un Precissión le pueden ofrecer un sonido mucho más "Larry Graham" (Si buscas funky en un diccionario es probable que te aparezca una foto de este señor) además de un brillo adicional mucho menos redondo que hará que su presencia y la vidilla de los temas aumente en relación a las afinaciones graves comunes en el estilo.

Pero es como todo, el verdadero problema actualmente es que estamos en un mundillo de macarras de postal y culturetillas con gafas de pasta, y lo peor, en el que nadie escucha, y no me refiero al recurso poético, lo que vengo a decir es que estamos en una situación donde el músico medio es un tipo con orejeras de burro que no escucha ni el sonido de los instrumentos que le rodea ni el que tiene como sonido ideal en su propio cerebro, y se deja llevar por las modas imperantes, causando no solo un retroceso en su propia creatividad y expresividad, sino por extensión comunitaria, en la propia sociedad musical. Es más, como víctima colateral incluso podríamos mencionar a los fabricantes de instrumentos, que en algún momento dejarán de investigar en mejoras tecnológicas, lo que redundará en un perjuicio para la propia música. Una cosa hay que tener clara, no hay que tener miedo a los avances tecnológicos siempre que sean considerados como un medio y no como un fin.

Para concluir, si un instrumentista, inconscientemente, ni siquiera tiene libertad para escoger su propio instrumento y su propia imagen, difícilmente dispondrá de esa libertad para crear una manera de transmitir sus sentimientos e ideas en forma de música.

En fin, la peña está coartada y según parece, no hay manera de arreglar esto.

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