No está mal de frikismo la cabecera, no...

domingo, 2 de diciembre de 2007

John P.

Hoy voy a hablar de ser famoso, sus pros y sus contras.

A mi me pasó una vez, por lo tanto doy fe, no es un mito, supongo que habrá a quienes les pase muy a menudo, del mismo modo que mucha gente jamás lo habrán vivido, en fin...
Bien, repito, a mi me pasó una vez, por lógica no voy a mencionar el nombre de ella, pero si tengo que decir, que si bién éramos dos personas con un feeling mutuo habitual en lo referente a la aplicación de lo cotidiano al sexo, ese día se notaba como un "algo" en el ambiente que hacía presagiar algo especial.
Y en efecto, ese algo especial ocurrió, la verdad es que, más allá de esa sensación de "yo estuve allí" que podrás compartir con la otra persona siempre que la conversación de pie a ello, es un momento muy intenso, no voy a entrar en disyuntivas demagógicas sobre los conceptos de "follar" y "hacer el amor", pero todo el mundo debería tener claro que un orgasmo simultáneo es una de las mejores experiencias que se pueden vivir.

¿Que carajo está haciendo el Cobelo hablando de orgasmos simultáneos? Tenéis razón, podría haber escogido otros ejemplos más mundanos, como cuando se te resbala el cubalibre y cae plano plano en el suelo sin derramarse una gota. o cuando, desde un punto de vista negativo, te "bombardea" una paloma. O cualquier acontecido que requiera que una concatenación de variables sucedan de una única y determinada manera cuando existen cientos de opciones alternativas.
De todos modos, sigo en mis trece, opinando que la metáfora del orgasmo simultáneo es la mejor representación de (recordemos que estoy hablando de la fama en el Rock) la vida y el estatus social de John Petrucci, guitarrista de Dream Theater.

Todos hemos visto, aunque solo sea un fragmento, de Some Kind of Monster, documental más conocido como "los Metallica van al psicólogo" y en el que los veteranos de la banda obsequian al nuevo bajista, Roberto Trujillo, con un milloncete de dólares para que se valla a invitar a los amiguitos al cine y se los lleve después al telepi. También conocemos las excentricidades de divos como Axl Rose o Marilyn Manson, las fortunas incontables que amasan personas como Steve Harris o Tony Iommi, y las caidas estrepitosas desde el aspecto económico que han sufrido antiguos dioses como Michael Schenker. Eso sin habler del tema drogas y muertes en vómito por el lado oscuro y emporios del merchandising o mecenazgos artísticos desde el reverso luminoso del destino de cualquier estrella del Rock.

Y digo yo, ¿No se lo habrán preguntado nunca? Todos ellos, tanto las estrellas como los estrellados, me pongo en su piel y me parecería una cosa lógica preguntármelo, ¿Se puede ser una estrella del rock, respetado y adulado por entendidos e idolatrado por profanos, multimillonario gracias a la práctica de un hobbie, y, al mismo tiempo, tener la seguridad de poder salir tranquilo a la calle y hacer una vida corriente porque prácticamente nadie te va a reconocer? Esa es la vida de John Petrucci, alguien por quien muchas estrellas y estrellados del Rock se cambiarian si dudarlo. Y es una vida y una situación en la que montones de factores se han alineado de la manera perfecta.

Como un orgasmo simultáneo.

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