No está mal de frikismo la cabecera, no...

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Influencia del entorno en el músico.

Bueno, una vez más toca "Día de las metáforas baloncestísticas". Comencemos:

Yo cursé la EGB en el Colegio La Salle, en Deusto. Es un colegio pijo, y quiero que se entienda esto como un centro educativo que quiere labrarse un aura elitista, olvidándo que es una escuela de barrio. Privada, pero de barrio.

A mi me encantaba el baloncesto, y tengo que reconocer que en aquella época era bastante malo, o muy malo, mejor dicho. Además era un nerdazo importante, por lo que el 80% de los vaciles y mofas de la clase recaían sobre mi cabeza, y la del resto de inadaptados que no compartían la visión elitista del centro, no desde el punto de vista académico, había "inadaptados" de ceros y de dieces, sino desde la filosofía del triunfador antagónica a la del perdedor. Este "modus vivendi" tan extremista que respirábamos los alumnos no contribuyó a mi mejora como deportista, pero como soy un cabezón acabé saliendo bueno. En cadete, fiché por el Salesianos (El colegio de enfrente, y, por lo tanto, rival), por aquel entonces mucho más potente que La Salle, al igual que yo mismo respecto a mis antiguos compañeros. Pese a realizar buenos (y malos) partidos, estaba obsesionado con ser mejor que los de La Salle. Afortunadamente esa obsesión desapareció al darme cuenta que en La Salle no se interesaban por mi, principalmente porque yo jugaba en una liga superior y por lo tanto no era un problema para ellos.

En el mundillo del Rock esto pasa muy a menudo, sobre todo en los barrios, la gente se "enghettiza" y su margen de mejora como instrumentista se limita al tope que se haya alcanzado en ese barrio, lo cual ocasiona, por un lado, un estancamiento y una frustración considerables, y, por otro, la creación de un "star system" propio que delimita aún más los topes antes mencionados y no dejando ver lo que se cuece fuera. Si uno, además, tiene una visión más global del Rock y una calidad más que suficiente para llevarla a cabo, pero aún conserva subyacentemente ese "minientorno" y lo tiene entre ceja y ceja, pues la frustración acaba siendo insoportable, y que cada uno entienda lo que quiera.


Después entré en el equipo juvenil de primera. Se nos recuerda como el mejor equipo juvenil de la historia de Salesianos, fuimos campeones de Bizkaia y cuartos de Euskadi, ganando al Tau de Garbajosa, los Cazorla, Javi Rodriguez, Calderón... Éramos como Rocky III, entrenando en la nieva, en la lluvia, en el barro, levantando carros... hacíamos barbaridades con una disciplina cuasimilitar que nos encantaba, ya que además de jactarnos de ello, los resultados estaban a la vista, creo que aún tenemos el record de partidos invictos. En fin, que éramos como esos temibles equipos de los malvados rusos en las películas de instituto americanas. Cuando pasamos a categoría senior el equipo se disolvió, volví a jugar pachangas con mis amigos, pero ya no era lo mismo. Me había olvidado de Jugar.

Hay entornos en la música, como una verbena, una orquesta, una charanga... por los que hay que pasar, porque son los que te forman y los que te dan ese punto de seriedad que diferencia a las bandas de Rock solventes de los grupetes de amigos, independientemente de la calidad instrumental o compositiva de sus miembros. El grado de efectividad en la convivencia del grupo puertas adentro hace que se maximicen las opciones. El hacer las cosas con fuste es algo que marca, aunque a veces, si se tiene este objetivo en el punto de mira se puede perder frescura ejecutante, y que cada uno entienda lo que quiera.


Se te olvida jugar por libre, pero se recupera en un voleo. Mis últimos años como senior fueros fantásticos, jugué a mi mejor nivel y me divertí muchísimo, grandes trompas me agarré, si. Yo jugaba de "Meditarránicus perimetridae", je je, es decir, el clásico alero chiquitín cabrón, del estilo de Xabi Fernandez, Alberto Angulo, Velimir Perásovic, Paco Vázquez o el gran Nikos Galis. Y siempre miraba al resto de mis compañeros hacia arriba, porque eran unos maromos enormes. Eso es algo que me ha marcado, a día de hoy suelo quedar con los amigotes para echar una pachanguita, y aunque les saco a todos una cabeza y muchos kilos, sigo jugando por fuera ya sea pasando, tirando, dirigiendo..., en lo físico sigo teniendo un gran complejo de inferioridad en lo respectivo al tamaño (No me jodáis, que no es lo que estáis pensando, marranos)

Al contrario que en el primer supuesto, en el Rock, uno puede formarse en un entorno elitista en el que todo le hace sentirse a uno inferior (No tiene mucho que ver con el símil baloncestístico, pero...) pero al igual que ese primer supuesto uno debe abstraerse de su entorno y obtener una perspectiva más global de las aptitudes propias, que por estar, en cierto modo, eclipsadas en en el seno del propio circulo, no tienen por que no ser válidas, sino todo lo contrario, una buena formación genera un buen ejecutante con un mayor abanico de posibilidades musicales, y que cada una entienda lo que quiera.


Por cierto, el sábado tengo torneo, espero no romperme nada.

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